Soñar que tienes un hijo: es hora de madurar

que significa soñar que tienes un hijo

que significa soñar que tienes un hijo - win

Pablo Iglesias es un prepotente, un arrogante y le falta humildad

Aquí en Plaza Podemos cada vez nos miran más con lupa, leen todo lo que publicamos o debatimos y por ello me he decidido a escribir hoy. Sobre todo para desahogarme. Y porque no creo que interese publicar mi opinión en ningún otro sitio...ya sabemos que la dura realidad de este País se esconde, y no interesa en los principales medios de comunicación. (¡¡Pero que ganas tengo de que la gente recupere la televisión pública!!)
Cada uno es libre de opinar y cada uno ve las cosas a su manera...eso está claro. Pero llevo desde ayer, concretamente desde que Pablo Iglesias terminó su respuesta sobre el debate del estado de la Nación, con unas ganas locas de dar mi opinión y de soñar que algunos de la casta me lean. Sí, a mi, a una simple mamá ama de casa, con estudios de grado medio, pero estoy segura que apoyada por cientos y cientos de personas que leen y debaten en Plaza Podemos. Eso ellos no lo tienen y yo sí.
He oído decir a muchos tertulianos, periodistas, políticos, incluso al propio Pablo Iglesias que peca de arrogancia y prepotencia. Hoy mismo en el Congreso, hasta nuestros Ministros al ser preguntados, coincidian en aconsejar a Pablo que fuese más humilde.
Si yo tuviese la oportunidad de tener dos minutos en el Congreso para hablar y muchos de vosotros también, entonces si hubiésemos hecho un auténtico diagnóstico del estado de la Nación y no un contínuo juego PPSOE...y tú más...y tú más...Todo esto entre gritos y llamarse cosas como Rajoy le dijo a Pedro; eres patético. En este debate daban pena, sus señorías, auténtica pena. ¿Y ellos le piden a Pablo más humildad?
Si yo hubiese tenido dos minutos en el Congreso les pediría precisamente eso, más humildad para reconocer que tienen a la gente de este País sufriendo hace muchos años e incluso muriendo por los desahucios. Mucha humildad es la que ellos necesitan para estar alegremente prometiendo lo de siempre, lo que nunca cumplen, ni tan siquiera su programa electoral, sí, más humildad antes de hablar de la salida de la crisis cuando la gente se muere cada día en este País en la calle por el frío, en los hospitales esperando en los pasillos de urgencias. Más humildad SUS SEÑORIAS les hace falta a ustedes para pedir perdón por los enfermos de hepatitis C que mueren cada día en esta su floreciente y recuperada Nación.
En este momento de mi intervención en el congreso, ya hace tiempo que me hubiese llamado la atención y cortado la palabra, su Señoria Celia Villalobos, "porque así una no se puede concentrar en pasar niveles en el Candy Crush...."
Me hubiese encantado darme la vuelta y decirle a esta señora y a todo el Congreso que la humildad comienza muchas veces pidiendo perdón y reconociendo los errores. ¿Ellos van a dar clases de humildad a Pablo Iglesias? ¿A la persona que millones de personas hemos elegido para representarnos en la calle, en el Parlamento Europeo y en los medios de comunicación? Atención todos, que sus señorías nos piden más humildad.
No os gusta escuchar a Pablo decir contínuamente "cuando nosotros gobernemos" "cuando nosotros lleguemos a las instituciones"..."Pablo, presidente, Pablo presidente"...¿Eso no os gusta sus señorias?
Tengan más humildad y por ejemplo, renuncien a sus sueldos vitalicios, seguro que nos daba para decirle a nuestros abuelos que tendrán una pensión digna y no 20 sueldos como tienen sus señorías. Pero por lo menos una pensión digna, porque se la han ganado mucho más que ellos, que mientras mi abuela se partía la espalda en el campo y luego fregando, ellos llevan cuarenta años jugando al juego de la silla en el Congreso. No me hablen ustedes a mi de humildad.
El Jueves pasado falleció mi abuela. Una mujer trabajadora desde que tenía 7 años, porque esa época le tocó. Una época de luchar por sacar adelante una Nación. Una mujer votante durante bastantes años del PP y que en las elecciones europeas no dudó en votar a Podemos porque yo le puse un vídeo de Pablo Iglesias hablando en la calle con un megáfono. A mi abuela no le importó la arrogancia, ni la prepotencia de aquel chaval, no le importó su coleta, ni su camisa de Alcampo. A mi abuela le emocionó oír a alguien decir verdades como catedrales. Le emocionó ver a su nieta participar en algo nuevo llamado Podemos. Una manera tan nueva y tan vieja de hacer política llamada Democracia. Ella, con mi participación en Podemos, pensaba que su nieta sería Política de profesión. Mi pobre abuela no entendia que la participación de la gente era en realidad ejercer la Democracia. Esa Democarcia que a ella le vendieron votando un día y callando cuatro años. Y cuando ganemos las elecciones, miraré al cielo y pensaré en mis abuelos, en todos los que se han ido esperando algo de humanidad, en los que no han recibido más que palos en la calle sólo por manifestarse. Y nos llaman ¿¿Antisistema?? Y cómo llaman a los yayo-flautas?? Abuelos toda la vida luchando por lo mismo. Toda la vida trabajando para sacar este País adelante y sus Señorías haciéndonos creer que ellos son los que trabajan. ¡Menos arrogancia por favor y más respeto!
Todo esto va por ti abuela, por tí ya me pueden meter hoy en la cárcel por decirles a los gobernantes y a la oposición, que lo que hicieron ayer en el debate sobre el estado de la Nación fue un insulto, una obra de teatro pobre en principios, una reunión de amigos jugando al monopoly y un insulto a todas las víctimas de esta crisis inventada por Sus Señorías, que encima de no tener apenas preparación académica, son cum laude en Estafa.
Sé que en el Congreso también hay gente que merece la pena respetar y aplaudir, pero son lamentablemente minoría y ellos seguro que entenderán perfectamente todas mis palabras. No voy a decir la pensión que tenía mi abuela, sólo diré que Doña Celia Candy Crush cobra en total, 102.255 euros al año, de los que 21.886 no tributan...¿Humildad? Volved a pedirnos humildad si teneis la suficiente prepotencia... Volver a llamar a Pablo Iglesias o a cualquiera de Podemos prepotente, soberbio o arrogante con las cifras de la pobreza infantil o del paro delante.
Cuando persigues un sueño, sus Señorías, luchas por él. Cuando luchas por algo significa que crees firmemente en ello. Y cuando todo esto sucede le pones pasión. Si Pablo no se creyera nuestros sueños, no sería arrogante, sería un político más. La política es servicio, es vocación, es corazón, es preparación, es la unidad de diferentes personas, es tener empatía, es escuchar, debatir, llegar a consensos, es todo lo que ustedes nunca han tenido, sus señorías, por llamarles con respeto, como me enseñó mi abuela.
Cuando una persona está en la calle y conoce de primera mano el sufrimiento de millones de personas y os habla, Sus Señorías, le sale la pasión, le salen los sentimientos de millones que no tenemos opción de hablar con ustedes. Mientras unos sólo tienen sueños de poder y dinero, otros tenemos a Pablo Iglesias como instrumento para luchar contra vuestra avaricia y falta de humanidad. Sean ustedes humildes y reconozcan que somos mayoría. Dejen su prepotencia en su mansión de Suiza, sus cuatro pisos de barcelona y en sus tres áticos de Madrid. Dejen su arrogancia de treinta años calentando escaños y dejen de maquillar las encuestas del CIS. Sean humildes, pidan perdón y vayanse ya sus señorias.
Y cuando Pablo Iglesias sea Presidente del Gobierno, lo será porque detrás de cada voto, que vosotros contais sólo como números, hay una persona que está en todo su derecho de ser prepotente, arrogante y de elegir al Presidente que crea es mejor para el estado de la Nación. Respete a una mayoría que hace años sale a la calle a luchar y a la que ustedes no hacen ningún caso. Lo único que recibimos son palos y más palos y todavía tienen la poca vergüenza de querer meternos miedo con el chavismo y el populismo. Con Monedero y con Irán...Somos mayorcitos ya para cuentos de miedo...¡¡que viene el lobo, que viene el coco, que viene el coletas!! Yo si tengo miedo hoy, tengo miedo de que ustedes no se vayan nunca del Gobierno de este País, el cuál sacaron adelante nuestros abuelos y nuestros padres. Tengo miedo de que mis hijos no conozcan una democracia real.
Todos mis respetos a los millones de españoles que seguimos tragando y tragando las lecciones de sus Señorías y que seguimos aguantando y aguantando sus mentiras. Se merecen otro 15M. Se merecen que dejemos de seguirles el juego y pongamos sobre la mesa un programa electoral. Dejemos ya de hablar de sus mentiras y pongamos todos sobre la mesa lo que los Españoles necesitamos. Programa y cómo llevarlo a cabo. Explicar un programa que, como dice el presentador Jesús Cintora, "explicalo ahora para que lo entienda mi abuela". ¡Elecciones anticipadas ya!, no sean arrogantes, lo están haciendo fatal. Eso es lo que merecerían, una huelga general indefinida, un segundo 15M indefinido. Debates serios es lo que queremos sus señorias. No le pidan a Pablo Iglesias ni a nadie de Podemos humildad cuando ustedes no tienen VALENTÍA, para sentarse en una televisión pública a debatir programas.
Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Alberto Garzón, Llamazares, Albert Rivera, etc..Todos sentados en un debate. Eso es lo que realmente se llamaría DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN. Pablo ha dicho que sí. ¿Alguien más tiene humildad para hacer esto? Alguien más?.......Lo fácil es responder a Pablo a través de la prensa. Lo difícil es ser valiente y dar la cara, claro que para eso hace falta arrogancia. Ustedes No se merecen, después de todo lo que están haciendo en este País, que se les conteste de otra manera que no sea con prepotencia.
Y ahora si quereis me meteis en la cárcel por terrorista...no creo que le extrañe a nadie.
Aquí estoy esperandoles. Y no es arrogancia, es humildad.
(Y para terminar con una sonrisa, un vídeo que nos ayuda a seguir apoyando a Podemos hasta el final y con el que estoy segura, mis abuelos se reirían muchísimo, y así quiero recordarles, sonriendo...) http://youtu.be/b_2vC0y7Dtw
Ánimo compañeros, cometemos errores, pero hay que seguir unidos por un objetivo: Confianza y Mayoría absoluta

SíSePuede

submitted by MariaRedondo to podemos [link] [comments]

I´ve started a book. I would like if some spanish or latin reader gave me their opinion with the hook

recently i´ve started writing sonething and i would like to know your opinions on the hook. im Argentinian so im most comfortable writing in spanish. I would be really happy if any spanish or latin reader was kind enough to give me some critique
pd: if this is not the right sub let me know were can i go.
Soñadores
Capítulo 1
Daniel caminaba. No iba lento, pero tampoco rápido. Solamente caminaba, mirando como las calles y los edificios lentamente se iban poblando a medida pasaba el tiempo. Algún oficinista apurado trotaba para llegar rápido a algún lugar, alguna madre retando a su hijo por despertarse tarde. Pero el miraba como el fondo se perdía en una niebla densa, o la cima de los rascacielos se doblaban para regresar a la tierra.
El seguía caminando, entro en algún café sin nombre y pidió lo primero que vio: un café de sopa. Después de unos segundos lo tenía en la mano. Un vaso de cristal llevaba lo que se podía describir como una innecesaria combinación entre un perfecto café negro y una combinación de diversos caldos. Decepcionado, Daniel camino hasta la pared y empezó a caminar sobre ella en dirección a las mesas más cercanas. Se sentó sobre una ubicada perfectamente a noventa grados del suelo. Igual nada parecía afectarle, pues Daniel se mantenía perfectamente recto sobre su silla.
– No sé porque acepté a hacer esto.
Lentamente Daniel saco una pequeña libreta del aire.
– Siempre es lo mismo. Formas surreales, gente apurada, restos de lo que comió anoche. – mientras hablaba, iba anotando lo que había visto en esa sesión. –que bien que me pago adelantada la hora. Prestó atención al lugar. Paredes blancas, patrón constante para el suelo, los empleados con uniforme negro.
– Otro para el archivo… Lentamente arranco la página sobre la que estaba escribiendo y soltó la libreta para que flotara libremente. Se paró y fijo la vista para delante: una persona cansada por la falta de un tiempo que claramente le sobraba, sobrecargada por sus propios méritos y con un mal ciclo de sueño.
Despertó.
– Dos cucharas sobre la taza, media rodaja de pan a medio comer y tres alfileres formando un triángulo. Siempre tenía que decirlo, no quería ser un soñador por toda la eternidad. Se sacó su casco y empezó a anotar lo que ya había anotado en el sueño, mientras esperaba que la cliente despertara.
– Buenos días señora Sosa. Espero que haya aprovechado este descanso. No tendrá que pagarme ningún extra pues me ha sido relativamente fácil diagnosticarla. Usted no tiene nada malo con su sueño, en realidad le diría que probablemente esto es solo un síntoma de su actual rutina. La señora, de no más de 35 años, entraba en razones mientras escuchaba a Daniel. Se retiró su casco y se sentó sobre diván en el que estaba recostada.
– Disculpe señor…?
– Daniel Pereyra
– Bueno, señor Pereyra… Vine para que me arregle. En una semana me harán el somnium. Si llego y me ven con cosas como estas, me podrían despedir. Tengo suerte que uno de mis jefes me aviso de la próxima revisión. Esa fue mi única ayuda, y si usted solo me dice que es culpa de “mi rutina” esa ayuda se desvanecerá con la carta de despido.
– Mire señora, hace tiempo que hago esto, Usted soló es víctima de un mal ciclo de sueño, mesclado con un muy mal manejo de su tiempo. Si pudo hacer esta cita y pagar por adelantado, significa que usted tiene los recursos y el tiempo para buscar una cura mágica. Me lamenta ser la persona que tenga que decirle que reorganice sus recursos en una, si bien más difícil, efectiva solución.
– Y usted quien se cree para decirme eso. Mirando su espacio de… trabajo… me doy cuenta que usted no es tampoco una de las personas más organizadas. Quiero que sepa que si mi carrera se ve perjudicada por su falta de acción…
– ¿Cree que a su hijo le gustaría que dijese eso?
– ¿Me ha investigado? No sé cómo lo ha hecho, pero estese seguro que esto lo va a perjudicar.
No era la primera persona quien decía eso. Más de uno pasaba por su estudio buscando una cura mágica para todos sus problemas. Pensaban que el sueño era magia. No lo es.
Rápida y decidida, La mujer se paró del diván en dirección a la puerta. Siempre usaban el mismo camino. Primero por la derecha de la mesa, luego por la izquierda del sillón, y salían cerrando con furia la puerta al exterior detrás de ellos. Otro pequeño seguro por si Daniel seguía soñando.
De repente Daniel se encontró solo. Solo con el casco. Le habría encantado ser la persona a la que se le hubiera ocurrido hacer el aparato. Pero no. Como él le decía: “El casco”, o como muchos otros, “ALMOHADA”, era un simple aparato que permitía el completo control de los sueños de una persona, lo que nadie había imaginado era que se conectaban más ALMOHADAS permitía la conexión mental entre las personas, dentro de los sueños.
Dejo el casco a un lado. Estaba solo en la pequeña casa que había comprado. Lejos de todo. Lejos de todos. Escribió el informe del cliente rápidamente: “Otro más que viene con las mismas cualidades e ideas. Cree que soñar es todo, perdiéndose en un mundo donde realidad e imaginación se confunden. Otro más que no encontró lo que buscaba”.
Se levantó de su escritorio, entre la mugre que tenía ese lugar. No era todos los días que alguien venía para una sesión y menos que alguien pagara por adelantado, ahorrándole el dolor de cabeza de discutir el precio cuando los sacaba a los 15 minutos, después de ver de nuevo el sueño de alguien más. Ya sabía a donde ir.
Se movía lento. No había razón para ir rápido. Veía el papel tapiz verde que decoraba el estudio, o el suelo oscuro, perfecto para ocultar a alguien que mirara a simple vista todas las pequeñas cosas colocadas en lugares específicos. El resto de la casa no era tampoco gran cosa. Tomo una pequeña puerta disimulada en el papel tapiz con dirección a la cocina. Una heladera, un horno y lugar para guardar lo poco que tuviera que no fuera congelado. Luego entro a su habitación, donde se puso rápidamente una ropa mejor que la remera gastada y el jogging agujereado que tenia puesto.
Regreso a la cocina y se dirigió al exterior.
submitted by Tomas-E to Newbwriters [link] [comments]

.........Y mato porque me toca.

El relato del crimen que transportó a este país hacia las regiones mentales más frías de los asesinos anglosajones en serie comienza cuatro años antes del 30 de abril de 1994, noche en la que un estudiante de tercero de Químicas, de 22 años, y otro de tercero de B.U.P., de 17, eliminan a un hombre con 20 puñaladas porque lo exigía el guion del juego que ellos mismos inventaron.
LOS SUCESOS DE EL PAÍS ... Y mato porque me toca Los reportajes y ensayos de esta veraniega serie han sido extraídos del libro Los sucesos de EL PAÍS, publicado en 1996 como parte de la conmemoración de los 20 años del diario, lanzado el 4 de mayo de 1976. Históricas firmas del periódico, como Rosa Montero, Juan José Millás o Jesús Duva desmenuzan algunos de los crímenes que han marcado la reciente Historia de España, de la matanza de Atocha al crimen de los Marqueses de Urquijo.
Cuatro años antes de aquella madrugada, en un campo de fútbol del barrio madrileño de Chamartín, Félix Martínez, un niño de oc­tavo de E.G.B., se embelesa con los gritos desde la grada de un chaval cinco años mayor, ojos azules detrás de gafas gruesas, metro noventa sobre el nivel del suelo, moreno y desgarbado en el andar. Félix se le acerca creyendo que declama nombres de personajes del juego del rol, el invento que surgió a finales de los sesenta en Estados Uni­dos y conquistó en forma de negocio las papelerías españolas en la década de los noventa. Varias fichas, un tablero, una historia inven­tada y unos roles, interpretaciones o arquetipos que se adjudica a ca­da participante. Inteligencia, fantasía y tiempo libre para probarlas. Ordena y manda la figura del rol master.
A Félix no le gustaba ningún deporte, ni siquiera le apasionaba el cine, ni las chicas –su primera relación amorosa la tendría dos años después–, ni las motos, ni la ropa, ni los estudios. Tan sólo leer, a ser posible historias paranormales, escribir poemas y jugar al rol.
Félix se iba a llevar una sorpresa. Allí tenía un posible compañe­ro de Rol gritando aparentemente nombres de personajes. ¿A qué es­peraba para conocerlo? El chico de E.G.B. aborda por fin al miope de ojos azules y le pregunta si también sabe jugar al rol. Dos trage­dias se dieron la mano.
MÁS INFORMACIÓN ... Y mato porque me toca Todo lo publicado en El País sobre el caso 2008: Javier Rosado, el asesino del rol obtiene el tercer grádo 1999: Félix Martínez se rehabilita en un piso de estudiantes La de Félix, fácil de resumir: nunca tuvo hermanos, su padre ge­nético murió drogadicto y enfermo de sida cuando el niño cumplía un año, la madre mexicana, también drogadicta, conoció a su padre adoptivo cuando el chaval cursaba segundo de E.G.B. y se separaría cuatro años más tarde. Félix conocería entonces el cariño incondi­cional del nuevo padre y el desbarajuste colegial de todos los maes­tros por los que iba pasando, ya fueran de Madrid, Ibiza o La Rio­ja, según adjudicaran su estancia al lado de la madre o del padre. «Nunca hubo paz, eso no era una familia», confesaría el chico. La madre muere también de sida dos años antes del crimen y dos años después del encuentro con Javier en el campo de fútbol.
Félix, un carácter inseguro, nunca líder ni siquiera de sí mismo, lector empedernido, conoce en aquel campo a otro lector más empe­dernido, un fulano con una seguridad en sí mismo extraordinaria, alguien con frases del tipo «las mejores drogas están en la cabeza de uno», solitario, bien educado, taciturno y didáctico: Javier Rosado Calvo, vecino de Félix en una calle de Chamartín donde los pisos de cien metros cuadrados cuestan hasta 30 millones de pesetas de los años noventa. El del padre adoptivo de Félix, empleado en una empresa de máquinas tra­gaperras, era tan sólo alquilado.
Javier gritaba en las gradas varios nombres pero, para sorpresa del chiquillo, aquel tipo encorvado no sabía jugar al Rol. El chasco duró sólo un segundo, porque las palabras del otro llevaban un significado aún más atractivo y profundo que el del simple juego: eran nombres, pasajes, del gran novelista de literatura fantástica H. P. Lovecraft, el genio de principios de siglo cuyos relatos de tumbas, castillos temblorosos, sueños, monstruos y nieblas llegan cargados de frases tipo: «Los hombres de más amplio intelecto saben que no existe una verdadera distinción entre lo real y lo irreal; que todas las cosas aparecen tal como son tan sólo en virtud de los frágiles senti­dos físicos [...]». H. P. Lovecraft, la pasión confesa de Javier.
«Desde que conocí a Javier y me metió en su mundo», reconoció Félix en sus exploraciones psiquiátricas y psicológicas a raíz del cri­men, «todo cambió para mí, encontré otro tipo de pensamientos le­jos de los vulgares de cada día, cambió mi interior, me entregué a es­te tipo de filosofía que era apasionante, aún me sigue pareciendo apasionante, Javier se convirtió para mí en un ser extraordinario muy superior al hermano mayor que nunca tuve, me dejé arrastrar por él [...]. Al cabo de un tiempo llegué a hablar como él y a hacer gestos como él. Él hablaba mucho mejor que yo, mis ideas me las re­batía con facilidad [...]. Todo el mundo era estúpido para él, pero yo creo que yo para él no era estúpido».
Y Javier, la otra cara de la tragedia, encontró en Félix el público de banderita y trompeta que necesitaba su egolatría, el hermano pe­queño que tampoco tuvo, porque su único hermano, un año mayor, más fuerte, vencedor en las disputas físicas, apenas se trataba con Javier. Félix sería el discípulo predilecto de una filosofía alimentada con cuatro obras de Friedrich Nietzsche, Edgar Allan Poe o Stephen King mal mezcladas y otras tantas decenas seudoliterarias, peor di­geridas.
Durante una convalecencia por lesión en una pierna, Félix le lle­va un juego del rol y Javier aprende a jugar. Al poco tiempo el en­fermo crea Razas, un juego basado en el rol. La humanidad se di­vide en 39 razas o arquetipos que él ha inventariado basándose en personajes y nombres novelescos prestados por Lovecraft. Las razas, diría Javier, son ideas humanas llevadas al extremo. La raza 37 corresponde a los psicólogos, la 25 a las mujeres, la 22 al hombre, la 1 al bien y la 7 al mal. Cuando los psiquiatras le preguntan si jugaba al Rol, hay veces en que Javier llega a enojarse y dice que su juego era mucho más importante que el rol; era Su Obra, una «filosofía total» a la que había dedicado más de mil páginas y de la que espe­raba escribir un libro.
Hasta la noche del crimen, Javier pasa por un tipo normal, sin traumas perceptibles ni siquiera por su familia. Su padre, ingeniero industrial, solía jugar al ajedrez con él, su madre, enfermera, le sa­naba las heridas, y su hermano, compañero repetidor en tercero de Químicas, aseguraba que a Javier le bastaba con asistir a clase para aprobar.
Javier no era un joven de inteligencia superdotada, en eso coinci­den profesores y psiquiatras, pero disponía de la justa para creerse con mucha, para ganar un concurso de ajedrez en la cárcel y no disimular el orgullo o para impresionar a cuatro chavales del barrio menores que él. En los dos primeros cursos de Químicas consiguió seis aprobados, dos notables y un sobresaliente. Un expediente bueno, sin más.
Personalidad, conocimientos y edad suficiente, en cualquier caso, para erigirse en Master, líder de la banda del rol, que entre bromas y veras planeó matar la madrugada del 30 de abril a la primera víctima de lo que iba a ser una serie de crímenes. Los otros dos chava­les, Javier Hugo E. S. y Jacobo P., de 17 y 18 años respectivamente, fueron encausados por conspiración para el asesinato. A Jacobo le preguntó la policía por las normas de Razas y contestó que no había normas concretas como en el fútbol: «Se trata de sobrevivir en un mundo imaginario». Unas veces había que impedir la llegada a puerto de un barco, otras, era preciso destruir una ciudad y en al­gunas ocasiones se trataba de asesinar a alguna mujer que traicionó a su raza. Todo sobre la mesa.
Jacobo declaró que cuando Javier y Félix le llevaron al descampado donde habían eliminado a un hombre y se lo confesaron, él lo tomó como una fantasmada. Javier y Félix se vanagloriaban de aquello y lo equipararon al crimen de las setenta puñaladas, perpe­trado cerca de su barrio.
Empieza el juego
Un mes antes de la noche del 30 de abril, El País publicaba el hallazgo del cadáver de un hombre con unas setenta puñaladas y los ojos sacados. La noticia no causó otro efecto en los presuntos asesi­nos que el de animarles. A partir de ahora el tablero iba a adquirir la forma de toda la ciudad, con sus cuestas, sus descampados tene­brosos, sus personajes hundiéndose en la noche; las fichas serían pu­ñales y para moverlas vendría mejor usar guantes de látex que Ja­vier tomaría de sus clases de prácticas en la facultad; las reglas, sin límite.
Félix contó a los psiquiatras: "Yo creo que todo empezó a pla­nearlo [Javier] con decisión a raíz de un libro concreto de Lovecraft: Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter, y en especial el capí­tulo "A través de la llave de plata", pasaje en el que un hombre se cansó del mundo y empezó a dedicarse a sus sueños hasta que al fi­nal estos sueños invadieron su propia realidad».
Carlos Moreno, la víctima del asesino del rol Javier Rosado. Carlos Moreno, la víctima del asesino del rol Javier Rosado. La realidad invadida puede ser la de un hombre casado como Carlos Moreno, con tres hijos y amigo de una viuda también con tres hijos, con la que había pasado la noche. Carlos visitaba desde hacía cinco años la casa de su amiga Modesta L., de 51 años, desde las diez hasta la una de la madrugada. Nunca pensó en separarse, ni Mo­desta se lo pidió, ni su mujer ni sus hijos, conscientes de la relación, lo obligaron. Los viernes Carlos salía más tarde de aquella casa y aquel viernes de abril salió a las tres. Si cobraba su nómina de 60.000 pesetas, montaba en taxi hasta la otra punta de la ciudad. Y si no, el búho, que es como se conoce en Madrid a la línea de autobuses nocturnos. La noche del crimen Carlos llevaba las 60.000 pe­setas en el bolsillo, pero optó por el autobús. Y en la parada encon­tró a los admiradores de Lovecraft dispuestos a soñar sus pesadillas.
El crimen perfecto exigía, según Henry, el psicópata de la pelícu­la Retrato de un asesino, un desconocimiento total de la víctima, ningún móvil, nada. Ya lo habían avanzado la novelista Patricia Highsmith y el director Alfred Hitchcock en Extraños en un tren: si un desconocido mata a mi esposa y yo a su madre, nadie ha de sos­pechar nada; en principio.
Así que ahí llegan los dos, Javier y Félix, en busca de una vícti­ma a la que nunca han visto. El escenario no podía ser más propi­cio. Un descampado de risco y pastizal, una casa desvencijada en medio de un llano, de esas que parecen existir sólo en días de vien­to, una luna de miedo y una parada de autobús, como un oasis sin nadie.
Para acercarse a los hechos valga el diario de Javier Rosado, un texto sin precedentes en la historia criminal de España:
«Salimos a la 1.30. Habíamos estado afilando cuchillos, preparán­donos los guantes y cambiándonos. Elegimos el lugar con precisión.»
«Yo memoricé el nombre de varias calles por si teníamos que sa­lir corriendo y en la huida teníamos que separarnos. Quedamos en que yo me abalanzaría por detrás mientras él [por Félix] le debilita­ba con el cuchillo de grandes dimensiones. Se suponía que yo era quien debía cortarle el cuello. Yo sería quien matara a la primera víctima. Era preferible atrapar a una mujer, joven y bonita (aunque esto último no era imprescindible pero sí saludable), a un viejo o a un niño. Llegamos al parque en que se debía cometer el crimen, no había absolutamente nadie. Sólo pasaron tres chicos, me pareció de­masiado peligroso empezar por ellos [...]. En la parada de autobús vimos a un hombre sentado. Era una víctima casi perfecta. Tenía ca­ra de idiota, apariencia feliz y unas orejas tapadas por un walkman.»
«Pero era un tío. Nos sentamos junto a él. Aquí la historia se tornó ca­si irreal. El tío comenzó a hablar con nosotros alegremente. Nos con­tó su vida. Nosotros le respondimos con paridas de andar por casa. Mi compañero me miró interrogativamente, pero yo me negué a ma­tarle.»
Félix no supo explicar después por qué Javier le perdonó la vida. Y el otro nunca lo contó.
«Llegó un búho y el tío se fue en él [...].»
«Una viejecita que salió a sacar la basura se nos escapó por un minuto, y dos parejitas de novios (¡maldita manía de acompañar a las mujeres a sus casas!).»
«Serían las cuatro y cuarto, a esa hora se abría la veda de los hombres [...]. Vi a un tío andar hacia la parada de autobuses. Era gordito y mayor, con cara de tonto. Se sentó en la parada.»
« [...] La víctima llevaba zapatos cutres y unos calcetines ridícu­los. Era gordito, rechoncho, con una cara de alucinado que apetecía golpeada, y una papeleta imaginaria que decía: "Quiero morir". Si hubiese sido a la 1.30 no le habría pasado nada, pero ¡así es la vida!»
«Nos plantamos ante él, sacamos los cuchillos. Él se asustó mirando el impresionante cuchillo de mi compañero. Mi compañero le mira­ba y de vez en cuando le sonreía (je, je, je).»
Félix alegó dos meses después ante la policía que se encontraba algo bebido y que le daba miedo desobedecer a su amigo.
«Le dijimos que le íbamos a registrar. ¿Le importa poner las ma­nos en la espalda?, le dije yo. Él dudó, pero mi compañero le cogió las manos y se las puso atrás. Yo comencé a enfadarme porque no le podía ver bien el cuello.»
«Me agaché para cachearle en una pésima actuación de chorizo vulgar. Entonces le dije que levantara la cabeza, lo hizo y le clavé el cuchillo en el cuello. Emitió un sonido estrangulado. Nos llamó hi­jos de puta. Yo vi que sólo le había abierto una brecha. Mi compañero ya había empezado a debilitarle el abdomen a puñaladas, pero ninguna era realmente importante. Yo tampoco acertaba a darle una buena puñalada en el cuello. Empezó a decir "no, no" una y otra vez. Me apartó de un empujón y empezó a correr. Yo corrí tras él y pude agarrarle. Le cogí por detrás e intenté seguir degollándole. Oí el desgarro de uno de mis guantes. Seguimos forcejeando y rodamos. "Tíralo al terraplén, hacia el parque, detrás de la parada de auto­bús. Allí podríamos matarle a gusto", dijo mi compañero. Al oír es­to, la presa se debatió con mucha más fuerza. Yo caí por el terraplén, quedé medio atontado por el golpe, pero mi compañero ya había ba­jado al terraplén y le seguía dando puñaladas. Le cogí por detrás pa­ra inmovilizarle y así mi compañero podía darle más puñaladas. Así lo hice. La presa redobló sus esfuerzos. Chilló un poquito más: "Jo­putas, no, no, no me matéis".»
«Ya comenzaba a molestarme el hecho de que ni moría ni se de­bilitaba, lo que me cabreaba bastante [...]. Mi compañero ya se ha­bía cansado de apuñalarle al azar [...].»
«Se me ocurrió una idea espantosa que jamás volveré a hacer y que saqué de la película Hellraiser. Cuando los cenobitas de la pelí­cula deseaban que alguien no gritara le metían los dedos en la boca. Gloriosa idea para ellos, pero qué pena, porque me mordió el pulgar. Cuando me mordió (tengo la cicatriz) le metí el dedo en el ojo [...].»
«Seguía vivo, sangraba por todos los sitios. Aquello no me impor­tó lo más mínimo. Es espantoso lo que tarda en morir un idiota [...].»
Carlos Moreno Fernández fue un idiota que trabajó desde los ocho años como aprendiz de relojero, un obrero que con el oficio más que aprendido se quedó en paro desde hacía nueve años y padeció de nervios hasta que su esposa lo colocó en la empresa de limpieza El Impecable Ibérico, probablemente un nombre estúpido también; Carlos Moreno Fernández fue un idiota que no consintió jamás la entrada de un fontanero, un albañil o un electricista en casa porque él solo se bastaba para arreglarlo todo, un hombre idiota que a fuer­za de trabajo había conseguido dinero para educar a sus tres hijos, que sabía cocinar y le encantaba cuidar flores, un hombre que huía de los televisivos «Quién sabe dónde», «Su media naranja» y «Códi­go Uno», porque le parecían «programas para marujas». Un hom­bre. Con sus aspiraciones a corto y largo plazo, sus pequeños y gran­des recuerdos, reducidos a un charco y un bulto entre las piedras.
«Vi una porquería blanquecina saliendo del abdomen y me dije: “Cómo me paso” [...].»
«A la luz de la luna contemplamos a nuestra primera víctima. Sonreímos y nos dimos la mano [...]»
«No salió información en los noticiarios, pero sí en la prensa, El País, concretamente. Decía que le habían dado seis puñaladas entre el cuello y el estómago (je, je, je). Decía también que era el segundo cadáver que se encontraba en la zona y que [el otro] tenía 70 puña­ladas (¡qué bestia es la gente!) [...]»
«¡Pobre hombre!, no merecía lo que le pasó. Fue una desgracia, ya que buscábamos adolescentes y no pobres obreros trabajadores. En fin, la vida es muy ruin. Calculo que hay un 30% de posibilida­des de que la policía me atrape. Si no es así, la próxima vez le toca­rá a una chica y lo haremos mucho mejor.»
Como no había nada que lamentar, sino todo lo contrario, la ha­zaña corrió de boca en boca entre la banda del rol. Así hasta que se enteró un amigo de ellos que se lo contó en confesión a un cura, des­pués al padre, y el padre lo puso en conocimiento de la policía.
Batallones de periodistas y psiquiatras comenzaron sus investiga­ciones. Nunca hasta este entonces se había dado en España un caso semejante.
Pascual Duarte, el genuino personaje de Camilo José Cela, co­menzó sus fecharías porque pensó que la perra le miraba mal. De un tiro la mató.
El ejecutivo rico, vacío y psicópata que protagoniza la novela del estadounidense Bret Easton Ellis narra con algunos años de antela­ción a Javier y con parecida frialdad su asesinato del mendigo: «Luego le corto el globo ocular... y él empieza a gritar cuando le cor­to la nariz en dos, lo que hace que la sangre me salpique un poco». El ejecutivo producto de la ficción contaba con el móvil filosófico de que los perdedores no cuentan en esta vida. El existencialista de El extranjero que inmortalizó Albert Camus en 1942 mató porque le atormentaba el calor, el resplandor insoportable del mar. A Javier y a Félix sólo les movió el juego.
Siete meses después del crimen, Félix Martínez, el compañero del autor del diario, declaró al psiquiatra José Cabreira, del Instituto Na­cional de Toxicología: «Después de leer todos los artículos de prensa que han hablado de nosotros, todo me parece basura periodística exagerada para distraer a la opinión pública de otras cosas más im­portantes. En particular se ha exagerado con el diario de Javier, en el que yo sé que lo que escribió estaba muy exagerado y fantaseado, es­cribió lo que él cree que pasó y en él es donde me inculpa. Además lo escribió muy deprisa, en dos o tres días, enseñándoselo luego a ami­gos comunes».
Javier también culpa a la prensa de su situación. Ninguno de los dos amigos ha hablado con rencor del otro. «Le llegué a idealizar», confesó Félix, «ése fue mi error y otro error, dejarme llevar demasiado». Para después añadir sin reparos: «Me dejé engañar, era cons­ciente de que me dejaba llevar, pero siempre aprendía algo».
Un monstruo
Félix sigue teniendo la impresión de que su amigo era un su­perdotado: «Javier es casi un inútil, alérgico, miope, con diarreas... Tiene de todo, incluso un estómago que es un caso único... Sin embargo en la parte mental es un monstruo... ».
Con un monstruo así era imposible que la policía los descubriese.
La banda confiaba en el Master, aunque no sabían que habían deja­do intactas las 60.000 pesetas en la chaqueta del idiota, con lo cual, la policía empezó a descartar el móvil del robo.
Nada más asesinarlo, Javier dedicó una ficha a Carlos con el nombre de Benito, el mismo que un profesor de Químicas. Lo dibu­jó con su bigote, con la bolsa donde guardaba su mono de trabajo, y puntuó sus cualidades: Fuerza 8, Poder 6, Carisma 4, Inteligencia 6, Tamaño 15, Voluntad 16.
Había que proseguir rellenando fichas, más cadáveres sobre la tumba del tablero, homicidios en serie, con la perseverancia de Jack el Destripador o sus secuaces anglosajones. Cuando fueron detenidos se disponían a salir de nuevo de cacería con los guantes de látex. Pe­ro a sus espaldas olvidaron una cosecha de pruebas. Restos de guan­tes en la cara del idiota, el reloj de Félix perdido en la pelea, el diario, el famoso diario en casa. Cuando la policía detuvo a Javier aún lleva­ba el dedo vendado que aseguró en el diario haberse herido al meter­lo en la boca del idiota. Se encaminaba a la casa de Félix, a veinte me­tros de la suya, con un paquete de guantes en la mano. Félix se derrotó enseguida, lo que en lenguaje policial significa ni más ni me­nos que reconoció todo. Entre sollozos declaró que el plan consistía en matar esa noche tórrida del 5 de junio a una chica y para eso los guantes. Pero Javier no se arredró ni por los agentes de la brigada de la Policía Judicial de Madrid, ni por las pruebas que le colocaban de­lante de su considerable nariz, ni por la lectura en vivo del diario.
–¡Dios mío, no puedo creer que yo haya hecho eso! Tengo la du­da de que sea verdad o ficticio.
–Si a las cuatro de la mañana –le preguntaba el policía– no esta­bas dando 20 puñaladas a un hombre, ¿qué hacías?
–Creo que estaba jugando al ordenador, no recuerdo bien. Después de los agentes llegó el batallón de psiquiatras a la cárcel.
Cada uno con sus entrevistas, con parecidas preguntas y distintas conclusiones. Si estaban locos, ningún crimen podría imputárseles; y si no, la condena sería por homicidio. Psicóticos o psicópatas, ése era el dilema.
Los psicóticos no son responsables de sus actos, los psicópatas, sí.
Los primeros se libran de cualquier condena, los segundos no. En el psicótico no existe conciencia del yo, en el otro, sí.
Los padres de Javier Rosado contrataron los servicios del profe­sor de Psiquiatría Forense de la Universidad Complutense de Ma­drid José Antonio García Andrade. El doctor se quedó extrañado de que su cliente declarase un cariño enorme por su padre, al tiempo que desconocía su edad y profesión. De la madre decía que trabaja­ba de ATS porque de vez en cuando le sanaba alguna herida.
Le confesó a García Andrade que de entre las razas, la que más le ha influido, la que más se asemeja a su persona es Cal, a quien de­finió como «un niño frágil, a veces una mujer rubia, que emana tal sufrimiento que es difícil acercarse a ella, aunque es peor cuando sonríe o tiene la cara machacada». Y aseguró: «Sin Cal yo no sería lo que soy. Con él aprendí a aprender. Lo conocí en 1988; Cal es do­lor; el bendito sufrimiento; ama los cuchillos, los objetos punzantes o cualquier cosa que pueda producir dolor, aunque lo que más le fas­cina es el dolor del alma».
De Cal aprendió Javier su simple teoría sobre la vida: «Aprender a usar el dolor es disfrutado como el placer. El dolor de los puntos de sutura que me dieron en la rodilla cuando tuve un accidente es mayor que el orgasmo con una mujer. El dolor es mejor que el pla­cer y más barato. La gente confunde al cenobita con el masoquista, pero no son lo mismo; éste disfruta siendo humillado y al someter­se, pero el cenobita disfruta al sufrir, porque con el dolor saca conocimiento. Cal dice que cometió el crimen del que se me acusa. Lo ha­ce para dañarme, para enseñarme, para causarme pena, desespera­ción, pero Cal no mata, sólo tortura».
¿Loco o actor? El 8 de octubre de 1994 le reveló a García Andra­de que el primer golpe a la víctima fue con un cuchillo pequeño de conchas naranjas. Le dio en el mentón y en la cara anterior del cue­llo y señaló el movimiento de su víctima bajando la cabeza hacia el tórax. García Andrade le hizo ver que este dato no venía en los pe­riódicos. Javier sintió miedo por primera vez, al menos, eso es lo que el forense contratado por su familia reseñó. «Estoy al borde de la lo­cura, necesito ayuda», cuenta el psiquiatra que dijo Javier, «es ver­dad, esto no venía en la prensa. Hay veces en que yo no miro, no veo, no siento, no huelo, no me fijo, no es una mente, es una máquina, tienes que hacer una cosa y la haces. Eso ocurrió».
En ese momento de la entrevista solicitó que se le sometiese al Suero de la Verdad, y se sumergió, según Andrade, en una gran an­gustia.
¿Loco o actor? Para el psiquiatra contratado por su familia, Ja­vier está loco, por tanto no se le podría imputar delito alguno. García Andrade sostiene que este chico de «inteligencia de tipo medio, con buena capacidad de abstracción y de síntesis» padece una «es­quizofrenia paranoide, además de personalidad múltiple psicótica y amnesia disociativa». Psicótico pues, sin lugar a la condena, además de esquizofrénico y con problemas de memoria.
Para el doctor, el juego no fue la causa de sus enfermedades, si­no precisamente la máscara. Dos años después del crimen, Javier se­guía jugando a Razas en la cárcel.
Pero el dictamen de García Andrade no era más, ni menos, que un estudio de parte, es decir, algo que había que contrastar necesa­riamente con otros estudios.
La titular del juzgado de instrucción número cinco de Madrid encargó otro informe a las psicólogas adscritas a la clínica médico-forense de Madrid Blanca Vázquez y Susana Esteban.
Cuando Javier les empieza a hablar de su perro Atila dice: «El pe­rro es una magnífica persona, cuando lea la prensa ya sabrá él a lo que me refiero».
Javier se declara ratón de bibliotecas, con más de 3.000 volúme­nes en su casa, y las psicólogas corroboran que el preso cuenta con cierto bagaje de cultura fantástica, pero no sabe quién es Martin Luther King, por no hablar de temas corrientes como ecología o Ter­cer Mundo, de los cuales asegura desconocer todo.
El dilema
¿Loco o actor? El informe de las psicólogas lo califica de psicópata pero... «este diagnóstico implica un trastorno de personalidad que no afecta en absoluto a su capacidad de entender y obrar [...]. El sujeto sabe lo que quiere hacer y quiere hacerlo cuando lo hace». Por tanto, susceptible de condena.
El informe de las psicólogas es bastante más duro que el del psi­quiatra contratado por la familia. Para ellas, Javier Rosado jamás se ha creído ser una de sus razas, sino que las conoce y controla a su voluntad y siempre desde una perspectiva de observador. Y conclu­yen: «Se trata de un sujeto altamente peligroso [...]. Bajo circuns­tancias favorables podría cometer cualquier crimen violento y sádi­co. Odia a la sociedad y a las personas, con las que no se siente implicado más que de forma racional. Busca activamente reconoci­miento social».
Blanca Vázquez y Susana Esteban concluyen su estudio de 21 pá­ginas el 7 de octubre de 1994. Doce días después Juan José Carras­co Gómez y Ramón Núñez Parras, especialista en psiquiatría el pri­mero y médicos forenses ambos adscritos a los juzgados de la plaza de Castilla, presentan a petición de la juez otro estudio sobre Javier de 51 páginas. Ambos análisis, el de ellas y el de ellos, se habían efectuado de forma paralela a petición de la juez y de eso se queja­rían por escrito Carrasco y Núñez al entender que «los retests practi­cados en fechas cercanas pierden fiabilidad».
Unos y otras se encierran con el preso, visitan a sus familiares, analizan sus escritos y, al emitir sus dictámenes, se contradicen. Ca­rrasco y Núñez sostienen que cualquiera de las múltiples personali­dades de Javier «pueden tomar el control absoluto de la conducta». O sea, exento de penas.
Aunque también hacen reseñar los doctores que tanto su madre como su hermano mayor no habían observado antes del crimen nin­gún comportamiento en Javier sospechoso de tratamiento psiquiátrico. Ni alteraciones de memoria, ni manifestaciones de las distintas personalidades, ni soliloquios. Siempre fue muy estudioso, introver­tido y lector infatigable. Nunca pensaron que precisase de psicólogos, aunque una vez en la cárcel comenzaron a verle con trastornos serios en sus visitas.
En una de sus entrevistas los dos psiquiatras llegan a plantearse si Javier actúa en plan estratega, porque alguna vez les había ad­vertido que durante su estancia en prisión iba a resucitar a Wul, el estratega que estaba adormecido, para defenderse así de funciona­rios, médicos y otros presos.
Tras varias horas de entrevistas con el recluso y su familia, tras consultar las más de 1.000 páginas que Javier escribió sobre su jue­go, además de bibliografía y jurisprudencia sobre personalidad múltiple en Estados Unidos, Carrasco y Núñez concluyen que sus tras­tornos no están buscados conscientemente como coartada porque sería muy difícil de simular un cuadro clínico de tanta riqueza, ex­presividad y contenidos. Resumen: enajenación mental completa. En cuanto a las posibilidades de cura, «no existe ninguna cuya indica­ción sea garantía de una evolución favorable».
Sin embargo, Javier Saavedra, el abogado de la familia de la víc­tima, asesorado por psiquiatras especialistas en casos de múltiple personalidad, sostiene que Javier es un psicópata dueño de todos sus actos. «Si hubiera encontrado junto a la víctima a un guardia civil, un psicótico habría cometido el crimen igualmente, pero Javier Ro­sado, no: él discernía el peligro. El psicótico puede ver perturbados sus sentidos afectivos, pero no es frío como el psicópata.»
Carlos Fernández Junquito, médico psiquiatra del Hospital Ge­neral Penitenciario, vio a Javier como una persona con la afectivi­dad prácticamente abolida. «Cierto día, estando presente en la en­trevista la psicóloga de la Unidad, le dijo: "Puede usted quedarse, es como el teléfono".»
Pero el psiquiatra Fernández Junquito le diagnosticó el 18 de oc­tubre de 1994, en el informe más breve de los tres elaborados, es­quizofrenia paranoide, algo que desecharon otros doctores.
Para el letrado Saavedra, Javier Rosado no sólo está exento de cualquier tipo de esquizofrenia sino que se trata de un psicópata res­ponsable y consciente de todo lo que hizo: «El lenguaje del psicópa­ta es estructurado, racional y lógico, como el de Javier; los psicópatas_ son seres racionales, muy manipuladores, engañan mucho, ambicio­nan el poder y para ello se valen del lenguaje, mientras que el psi­cótico pasa del poder. En el momento en que lo cogieron no es un psicótico, aunque después haya desarrollado una psicosis».
Javier se consideró impotente ante los psiquiatras para saber si él había cometido el crimen. Aseguró que si intentara averiguarlo se podía declarar dentro de su cabeza una guerra civil entre las razas, como la que sufrió con 17 años: «Hubo una rebelión en COU que fue la guerra de los Maras... fue cuando tuve el desengaño amoroso, mi depresión, Mara contra Fasein». Para investigar sobre aquel cri­men dijo que tendría que atravesar pasillos de su cerebro muy peli­grosos, porque hay razas que no dejan pasar a nadie por allí.
El 22 de junio de 1994 Javier salió esposado de la cárcel de Val­demoro para que lo examinara en los calabozos de la plaza de Cas­tilla un forense. En el trayecto del furgón a la cárcel, un redactor de El País le preguntó:
–Javier, ¿te arrepientes de lo que has hecho?
–Yo no he hecho nada –contestó con la cabeza gacha para eludir las fotos–, yo no he hecho nada.
Uno de los guardias civiles que lo custodiaban le levantó la cabe­za agarrándolo por la nuca y le dijo:
– ¿Que no has hecho nada, cabrón?
En la cárcel, algunos presos mucho más fornidos que él le respe­tan y le temen por el halo de inteligencia que le ha otorgado la pren­sa y sus partidas de ajedrez.
Pero su compañero Félix fue a parar a un pabellón de adultos donde los otros presos, en un alarde de originalidad, lo han bautiza­do con el alias de Niño.
Los psiquiatras Carrasco Gómez y Núñez Parra señalan que a pe­sar de todo Félix seguía admirando a Javier y se mostraba interesa­do por lo nuevo que podía estar escribiendo su amigo en prisión sobre Razas. «Ahora seguro que utiliza la raza 17, Wul, y la 18, la serpiente de lengua bífida, que intenta convencer haciendo daño a otros, implicar a otros para salvarse él mismo ... y es posible que Fa­sein pueda cortarse los dedos, Fasein es el que se automutila, que aprende con el sufrimiento, que se va cortando los dedos y va apren­diendo ... »
Félix a veces también duda de su personalidad: «No estoy seguro de haberlo hecho... pero quizás no fuera yo en ese momento... esta­ba muy identificado con Javier... me he metido en un lío... [sollozos], de una broma de matar a alguien nunca pensé que fuera a suceder lo que sucedió».
Mientras esperaban la sentencia del juez, Javier seguía jugando a sus Razas, inventando alguna de ellas basada en la persona de un policía que le interrogó, y Félix se entretenía con poemas como este que escribió antes del crimen:
Quiero romper las cadenas de la muerte
y volar por estepas infinitas
con un caballo de alas marchitas
cantando con el grito de un demente.
Pasarán estaciones pequeñitas
en el ritmo incesante de mi mente
con mi amargo recuerdo tan caliente
soñarán las mujeres más bonitas.
Mas te recuerdo y en mi memoria gritas.
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Pan y Rosas recicla a Selma James - Contra las teorías feministas sobre el trabajo doméstico - Revisionistas de ayer y hoy

https://archive.is/lMvv9
Espartaco No. 46 Octubre de 2016
Mujer y Revolución
La agrupación feminista y supuestamente marxista Pan y Rosas —asociada a la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI) y con filiales en Argentina, México, España y otros países— ha estado desempolvando las viejas teorías antimarxistas de Selma James, una feminista “radical” estadounidense que alcanzó cierta popularidad en los años 70 promoviendo la noción falsa de que el trabajo doméstico es trabajo productivo central al capitalismo. Las teorías de Selma James procuran apuntalar un programa reaccionario. Dado que, según ella, las amas de casa desempeñan el papel central en la producción capitalista al producir al “trabajador mismo” y su fuerza de trabajo, no deberían buscar empleo fuera del hogar. Llevando sus fantasías al extremo, James sostenía (quizá aún sostenga) que los sindicatos deberían ser aplastados, que los izquierdistas eran los agentes conscientes del capitalismo, que el libro seminal de Lenin ¿Qué hacer? era una obra “fascista”, ¡y que todas las mujeres que conseguían empleo fuera del hogar eran esquirolas porque quitaban el trabajo a los hombres! (ver “Selma James vende machismo y anticomunismo”, Women and Revolution No. 7, otoño de 1974).
Aunque Pan y Rosas no hace suyos todos los esperpentos de James —de hecho, no dice una palabra sobre estas grotescas posiciones de su veterana hermana feminista—, sí retoma su tesis central. Hace ya algunos años, como parte de una entrevista a Selma James, Pan y Rosas saludó retrospectivamente el folleto de 1972 El poder de la mujer y la subversión de la comunidad, coescrito por James y la feminista italiana Mariarosa Dalla Costa, en el que éstas presentaron sus teorías sobre el “trabajo doméstico no remunerado” (ver Pan y Rosas No. 2, 22 de mayo de 2008). En Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo (Andrea D’Atri, Buenos Aires: Ediciones IPS, 2013), un libro que ha visto ya varias ediciones en al menos cinco países, la FT-CI retoma el núcleo de las tesis de Dalla Costa y James:
“El capitalismo, con el desarrollo de la tecnología, ha hecho posible la industrialización y, por tanto, la socialización de las tareas domésticas. Sin embargo, si esto no sucede es, precisamente, porque en el trabajo doméstico no remunerado descansa una parte de las ganancias del capitalista que, así, queda eximido de pagarle a los trabajadores y a las trabajadoras por las tareas que corresponden a su propia reproducción como fuerza de trabajo (alimentos, ropa, esparcimiento, etc.)”.
El trabajo doméstico no es fuente de la ganancia capitalista, la cual proviene de la plusvalía: el salario de un obrero corresponde a la parte de la jornada durante la cual éste produce el equivalente a lo que le cuesta mantenerse a sí mismo y a su familia. La otra parte de la jornada, el obrero trabaja sin remuneración, produciendo plusvalía que el capitalista se embolsa en forma de ganancias. Los genuinos comunistas estamos por poner fin a la esclavitud doméstica mediante la creación de instituciones colectivas gratuitas que se ocupen de todas esas tareas, incluyendo prominentemente la crianza misma de los niños. Esta perspectiva, que implica remplazar a la familia nuclear —la principal institución para la opresión de la mujer en el capitalismo—, sólo puede realizarse mediante la revolución socialista (ver también “El comunismo y la familia” en Espartaco No. 45, mayo de 2016).
El artículo que publicamos abajo, traducido de Women and Revolution No. 5 (primavera de 1974, antiguo órgano de la Comisión de la Mujer de la Spartacist League/U.S.), demuele desde los cimientos las teorías de Pan y Rosas, James y Dalla Costa, cuyo objetivo es hacer una mezcolanza antirrevolucionaria entre el feminismo burgués y el marxismo.
El folleto El poder de la mujer y la subversión de la comunidad de Mariarosa Dalla Costa (coeditado por Falling Wall Press y un grupo de individuos del Movimiento por la Liberación de la Mujer de Inglaterra e Italia, 2da. edición, febrero de 1973 [publicado en español por Siglo XXI en 1975]), con una extensa introducción de Selma James, ha provocado gran controversia en muchas organizaciones de mujeres, sobre todo en Europa e Inglaterra (ver, por ejemplo, los números más recientes de la revista Radical America, Vol. 7, Nos. 4 y 5, dedicados enteramente a las cuestiones ahí planteadas).
El poder de la mujer y la subversión de la comunidad es básicamente un intento de llevar más allá la simple redefinición tercermundista del concepto de clase, es decir, la afirmación de que los más oprimidos, los “parias de la tierra”, son las nuevas fuerzas revolucionarias. Abandonando esta línea, que hasta ahora había bastado a los feministas radicales, y citando el análisis de Marx del capitalismo, el folleto intenta probar que el papel de las mujeres en la producción capitalista es central y por lo tanto también debe serlo su papel en la revolución proletaria. Pero su intento fracasa miserablemente o, mejor dicho, sólo triunfa distorsionando totalmente el análisis de Marx de la producción capitalista.
En términos de contribuciones teóricas, el folleto no merece mayor atención por parte de los marxistas, pero, dado que muchas mujeres subjetivamente revolucionarias están buscando modos de integrar su feminismo al marxismo mediante el hallazgo de algún “eslabón perdido” programático, es importante refutar la pretensión fraudulenta de esta obra de ser un análisis marxista, pretensión que, de ser aceptada, sólo llevaría a las mujeres a otro callejón sin salida. ¡Lo cierto es que no existe ningún “eslabón perdido” entre el feminismo y el marxismo, dos perspectivas fundamental e implacablemente contrapuestas!
Además de este folleto, hay otras dos obras importantes donde se exponen las teorías de Dalla Costa y James. “Women, the Unions and Work, or What is Not to be Done” [Las mujeres, los sindicatos y el trabajo, o qué no hacer] de Selma James (publicado originalmente por Crest Press de Londres y luego por Canadian Women’s Educational Press de Toronto) es un ataque explícito contra la izquierda y en particular contra los sindicatos, a los que considera organizaciones estrechas y excluyentes a las que las mujeres deben oponerse. “Wages for Housework” [Salario para el trabajo doméstico] de Giuliana Pompei, con contribuciones de la discusión de una conferencia feminista celebrada en Padua en 1972 (editado por Cambridge Women’s Liberation, traducido por Joan Hall y reimpreso por Canadian Women’s Educational Press de Toronto), retoma el tema central de Dalla Costa de las amas de casa como obreras productivas y enfatiza la exigencia de “salario para el trabajo doméstico” (que la propia Dalla Costa no enfatiza).
Para los marxistas resulta frustrante lidiar con estas obras, por sus muchas contradicciones internas. Pese a ello, a continuación intentamos resumir algunos de los aspectos más importantes de la teoría. (Aunque James le atribuye a Dalla Costa el nuevo descubrimiento, ambas lo desarrollaron, y de hecho James aporta argumentos que no presenta Dalla Costa.)
Las teorías de Dalla Costa y James
  1. Las mujeres son productoras vitales para el capitalismo, aun cuando no trabajen fuera del hogar. “Lo que queremos decir precisamente es que el trabajo doméstico como trabajo es productivo en el sentido marxista, es decir, produce plusvalía”.
  2. Producen una mercancía “privativa del capitalismo: el ser humano, ‘el trabajador mismo’”. Este trabajador, al venderle su fuerza de trabajo al capitalista, le permite a éste usarla para producir un valor mayor al que paga por esa fuerza de trabajo, produciendo así plusvalía. Pero son las mujeres quienes realmente producen esa plusvalía, puesto que producen a los obreros y su fuerza de trabajo.
“La capacidad de trabajar reside sólo en el ser humano cuya vida se consume en el proceso de producción. Primero tiene que estar nueve meses en el útero, hay que alimentarlo, vestirlo y educarlo; después, cuando trabaja, hay que hacerle la cama, limpiarle el suelo, preparar su mochila, no satisfacer pero sí calmar su sexualidad, tenerle la comida preparada cuando llega a casa, aun cuando sean las ocho de la mañana, de regreso del turno de noche. Así es como la fuerza de trabajo se produce y reproduce cuando se consume diariamente en la fábrica o la oficina.
“Describir su producción y reproducción básicas es describir el trabajo de las mujeres”.
Así, al “trabajador mismo” se le identifica con la “fuerza de trabajo” como la mercancía producida.
  1. El descubrimiento de que la familia es uno de los centros de la producción capitalista se había mantenido oculto porque los marxistas tradicionalmente se han enfocado en la clase obrera (que James y Dalla Costa equiparan constantemente con los hombres), pero esta función vital también se mantiene oculta porque a las mujeres no se les paga un salario por su trabajo. “Dentro del hogar hemos descubierto nuestro trabajo invisible...el fundamento invisible —invisible porque no se paga— sobre el que descansa toda la pirámide de la acumulación capitalista” (Pompei, “Wages for Housework”). Eso lleva a la exigencia de “salario para el trabajo doméstico” como un modo de poner al descubierto la función de las mujeres.
  2. Esta división del proletariado entre asalariados (hombres) y no asalariados (mujeres), creada por la transición del feudalismo al capitalismo, fue el quiebre fundamental entre hombres y mujeres y la alienación de los hijos de ambos. Esta distinción entre asalariados y no asalariados debe eliminarse.
  3. “El capital estableció la familia como familia nuclear y subordinó, dentro de ella, la mujer al hombre... [E]l capital ha creado el papel femenino y ha hecho del hombre de la familia el instrumento de esta reducción”. La creación del trabajo asalariado completó la subordinación de la mujer, quien, por no recibir un salario, parece estar excluida de la producción social.
  4. Las mujeres ya no deben seguir aceptando esta función. Según James: “Si la producción de uno es vital para el capitalismo, negarse a producir, negarse a trabajar, es una palanca fundamental de poder social”.
  5. Las mujeres deben oponerse a la afiliación en sindicatos, pues “al igual que la familia, éstos protegen a la clase a expensas de las mujeres”. Al excluir a los no asalariados, los sindicatos dividen a la clase y hacen imposible la lucha común. Además, el capitalismo usa a los sindicatos específicamente para contener la combatividad obrera.
  6. También las organizaciones de izquierda deben ser rechazadas, por estar “dominadas por el hombre”. Además, la izquierda cree que la solución para las mujeres está simplemente en adquirir “conciencia sindical” o en adoptar las “formas de lucha que han utilizado tradicionalmente los hombres”, es decir, las formas del movimiento obrero organizado.
  7. James y Dalla Costa ofrecen “a las amas de casa una vida social que no es la de otro empleo. Les ofrecemos la lucha misma”. Así que las mujeres deben negarse a trabajar fuera del hogar y dentro de él, y en vez de ello participar en “la lucha misma”. “Los que propugnan que la liberación de la mujer de clase obrera depende de que obtenga un trabajo fuera de la casa forman parte del problema, no de la solución”. ¿Y cómo sobrevivirán las mujeres? El crecimiento del movimiento femenino les dará sustento.
Por qué las amas de casa no son trabajadoras productivas
Dos conceptos clave conforman la base de la teoría de Dalla Costa y James de las mujeres como trabajadoras productivas: su producción de trabajadores-fuerza de trabajo (es decir, la crianza de hijos y el cuidado del esposo-obrero) y su papel en el “consumo” (las compras, la cocina, etc.) “como parte de la producción”. El argumento de que estos dos aspectos hacen que el trabajo doméstico produzca plusvalía ignora dos distinciones cruciales que hizo Marx. Éstas son: 1) la diferencia entre el consumo industrial y el consumo privado (es decir, el consumo familiar) y 2) la diferencia entre el trabajo productivo bajo el capitalismo, es decir, el trabajo asalariado que le permite al capitalista obtener plusvalía, y el trabajo simple, que produce sólo valores de uso.
Después de afirmar que “los llamados marxistas habían dicho que la familia capitalista no producía para el capitalismo, no era parte de la producción social”, James admite que “el mismo Marx no parece haber dicho en ninguna parte que lo fuera”. James es una revisionista clásica, es decir, quiere usar la inmensa autoridad de Marx, pero para ello tiene que torcer sus palabras para hacerlas encajar con sus propias teorías. De este modo justifica la peculiar omisión de Marx de no haberse declarado explícitamente en apoyo a su teoría:
“Baste decir que, en primer lugar, Marx es el único que ve el consumo como una fase de la producción: ‘es producción y reproducción de ese medio de producción, tan indispensable para el capitalista: el trabajador mismo’ (El capital, vol. I, p. 481.) Segundo, sólo él nos ha dado las herramientas para hacer nuestro propio análisis. Y finalmente, nunca fue culpable de los disparates que Engels, a pesar de sus numerosas aportaciones, nos ha echado encima...”.
Consumo privado vs. consumo industrial
Hay dos clases de consumo en el capitalismo, el industrial y el privado. Marx escribe:
“El consumo del obrero es de dos clases. En la producción misma, su trabajo consume medios de producción... Y, por otra parte, el obrero invierte en medios de vida el dinero que le paga el comprador de la fuerza de trabajo: es su consumo individual. Consumo productivo y consumo individual del obrero son, por tanto, totalmente distintos entre sí. En el primero el obrero actúa como fuerza motriz del capital y pertenece al capitalista; en el segundo, se pertenece a sí mismo y ejerce sus funciones de vida, al margen del proceso de producción”.
—El capital, Tomo 1, capítulo XXI (énfasis añadido)
Desde luego, los capitalistas toman en cuenta este consumo privado, pues es necesario para mantener y reproducir la fuerza de trabajo, sin la cual el capitalismo no puede existir, y como tal se le considera “un aspecto necesario del proceso de producción”. Pero, señala Marx, “el capitalista puede confiar tranquilamente el cumplimiento de esta condición al instinto de conservación y perpetuación de los propios trabajadores”. El hecho de que comer, vivir y reproducirse sea necesario no hace que la familia sea un “centro de la producción social”. Estas actividades tienen lugar independientemente de la forma de la producción social. El consumo individual en el hogar no es producción capitalista, pues la familia no le pertenece al capitalista. El obrero se pertenece a sí mismo y vende su fuerza de trabajo al capitalista. Éste no tiene que preocuparse de cómo el obrero se reproduce y vive (salvo para asegurarse de que se siga viendo forzado a vender su fuerza de trabajo). Así, si bien en el sentido más amplio, el consumo individual privado es un “aspecto” de la producción, es decir, se le toma en cuenta, sobre todo en el cálculo de los salarios, no es, en ningún sentido, producción capitalista. Es por eso que Marx dice que el consumo privado individual tiene lugar al margen del proceso de producción.
Trabajo productivo
Dalla Costa y James abusan violentamente del concepto marxista de “trabajo productivo”. No es claro para quién se realiza este “trabajo productivo” en el hogar, dado que el capitalista no es dueño de la familia nuclear. Claramente Dalla Costa no quiere hacernos creer que el ama de casa sea una esclavista (pues produce “seres humanos” que son mercancías), ni una minicapitalista (dado que posee sus “medios de producción”, que son sus órganos reproductivos). Dalla Costa dice que las mujeres “producen” gente. En el sentido biológico, eso es cierto. Pero esa “producción” no es “trabajo productivo” en el sentido marxista, como ella afirma.
James dice que la mercancía que ellas producen son los “seres humanos”. En otra parte, se refiere a esta mercancía como la “fuerza de trabajo”. Pero debe hacerse la distinción. Bajo el capitalismo, los seres humanos no son mercancías (como lo son en las sociedades esclavistas). Bajo el capitalismo los obreros son “libres” de vender su fuerza de trabajo. Es precisamente la venta de esa fuerza de trabajo como mercancía y su alienación con respecto a los obreros lo que caracteriza la producción capitalista:
“...la fuerza de trabajo sólo puede aparecer en el mercado como mercancía siempre y cuando sea ofrecida en venta o vendida como una mercancía por su propio poseedor, la persona cuya fuerza de trabajo es. Y, para que su poseedor la venda como mercancía, necesita poder disponer de ella, es decir, ser propietario libre de su capacidad de trabajo, de su persona”.
—Marx, op. cit. Tomo 1, capítulo IV, subtítulo 3
Pero tampoco el otro trabajo que las mujeres realizan en el hogar —el cuidado, alimentación y mantenimiento general de los obreros (maridos)— es trabajo productivo en el sentido marxista. La pregunta clave que hay que hacerse respecto a este trabajo es: ¿produce valor? y, si es así, ¿cómo se determina el valor de esta “fuerza de trabajo”? Porque si el trabajo de las amas de casa produjera valor, éste debería encarnarse en la mercancía —la fuerza de trabajo, según Dalla Costa— que este trabajo mantiene.
La producción de fuerza de trabajo es producción simple de mercancía. La fuerza de trabajo se produce y se vende a cambio de valores de uso con los cuales se satisfacen las necesidades humanas inmediatas. Ira Gerstein, en su artículo “Domestic Work and Capitalism” (Trabajo doméstico y capitalismo, publicado en Radical America Vol. 7, Nos. 4 y 5), contrasta esta producción simple de mercancías con la producción capitalista:
“La producción es limitada, porque la cantidad producida no puede rebasar la capacidad, el deseo y la necesidad de consumo del ser humano, que son finitos. En cambio, el fin del capitalista es aumentar continuamente la plusvalía. Esto no tiene nada que ver con su consumo personal... La fuerza de trabajo no se aumenta sin límite como un modo independiente de apilar riqueza”.
Marx analiza de este modo el valor de la fuerza de trabajo:
“El valor de la fuerza de trabajo, como el de cualquier otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para producir y también, naturalmente, para reproducir este artículo específico. En cuanto valor, la fuerza de trabajo representa solamente una determinada cantidad del trabajo social medio materializado en ella...
“La cantidad de medios de vida necesarios para producir la fuerza de trabajo incluye, por tanto, los que hacen falta para sostener a los sustitutos, es decir, a los hijos de los trabajadores, asegurando la perpetuación en el mercado de esta raza de poseedores de una mercancía excepcional...
“El valor de la fuerza de trabajo se traduce en el de una determinada cantidad de medios de vida”.
—Ibíd.
La fuerza de trabajo se crea mediante el consumo de bienes materiales (alimento, ropa) y de servicios (atención médica, educación). La suma del valor de estos medios de sustento es el valor de la fuerza de trabajo. El trabajo doméstico que realizan las amas de casa al procesar estas mercancías claramente no se toma en cuenta cuando se calcula el total. El trabajo doméstico no le añade valor a la mercancía fuerza de trabajo. Esto no significa que las mujeres no trabajen dentro del hogar, pero esta esclavitud doméstica no es producción capitalista y por lo tanto no se considera al analizar las relaciones productivas capitalistas.
La producción de fuerza de trabajo
Según Gerstein, “la fuerza de trabajo es la única mercancía de la sociedad capitalista cuya producción general no se realiza de manera capitalista”. Sin embargo, hay otras mercancías que no se producen “de manera capitalista” en el capitalismo; por ejemplo, las materias primas naturales, como los peces que se pescan en el mar. Estos existen y se reproducen a sí mismos, aunque no de manera capitalista. Y la producción de seres humanos, que poseen en sí mismos la capacidad de trabajo, debe verse del mismo modo que la de esos otros productos naturales, puesto que la propagación de la especie humana es un acto natural. La autoproducción de las cosas y los servicios que el obrero y su familia consumen tiene lugar fuera del conjunto de la economía política capitalista. Es, además, una actividad universal de los seres vivos (el “instinto de conservación” que Marx señala). James, al insistir obstinadamente en que “en el capitalismo no hay nada que no sea capitalista”, oscurece la distinción fundamental entre la producción de fuerza de trabajo y la producción capitalista.
Cuando decimos que la propagación es un “acto natural”, debe quedar claro, sin embargo, que la forma de familia en que esta propagación se organiza no está determinada simplemente por la biología, sino por la sociedad.
Orígenes de la familia
¿Cómo fue que las mujeres se vieron esclavizadas en el hogar? No fue el capitalismo quien creó esta esclavitud doméstica, cuyos orígenes, mucho más antiguos, surgieron del desarrollo de la propiedad privada y del excedente social que los hombres acumularon de su trabajo. Según Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, en la Edad de Piedra la tierra pertenecía en común a todos los miembros de la tribu. Si bien había una división del trabajo entre los sexos, también había igualdad, pues todos participaban en el trabajo productivo y contribuían a la economía. Cuando con el tiempo aumentó la capacidad productiva de los seres humanos, se hizo redituable el utilizar esclavos —la primera forma de propiedad privada—. El ganado, la tierra y otras formas de propiedad también se privatizaron por primera vez, provocando una revolución al interior de la familia. Los hombres siempre habían sido responsables de procurar las necesidades de la vida, pero ahora, a pesar de que la división del trabajo al interior de la familia se mantuvo esencialmente inalterada, el trabajo doméstico que realizaban las mujeres dejó de contar en comparación con el poder económico de los hombres. Engels concluyó que las mujeres podrían conquistar la igualdad con los hombres sólo cuando volvieran a participar en igual medida que ellos en la producción económica general.
James dice que Marx “nunca fue culpable” de estos “disparates” de Engels. Pero, si esto es cierto, es sólo porque Marx murió (en 1883) un año antes de que Engels completara esta obra que ambos habían concebido como un libro conjunto. De hecho, en el prefacio a la primera edición, Engels afirma: “Los capítulos siguientes vienen a ser, en cierto sentido, la ejecución de un testamento. Carlos Marx se disponía a exponer personalmente los resultados de las investigaciones de Morgan...tengo a la vista, junto con extractos detallados que hizo de la obra de Morgan, glosas críticas que reproduzco aquí, siempre que cabe”.
Dalla Costa y James sostienen opiniones divergentes en cuanto a la cuestión de los orígenes de la opresión de la mujer, y ambas se equivocan. James afirma que el sexismo primordial es la raíz de la opresión de la mujer. Dalla Costa, por su parte, afirma que es resultado de las relaciones económicas capitalistas, tesis que la lleva a afirmar que la posición de la mujer en la sociedad feudal era en cierto modo más progresista:
“En la medida en que los hombres han sido las cabezas despóticas de la familia patriarcal...la experiencia de las mujeres, los niños y los hombres fue una experiencia contradictoria... Pero, en la sociedad precapitalista, el trabajo de cada uno de los miembros de la comunidad de siervos se consideraba dirigido a un objetivo: o bien la prosperidad del señor feudal o nuestra supervivencia... El paso de la esclavitud a la fuerza de trabajo libre separó al hombre proletario de la mujer proletaria...”.
La insistencia de Dalla Costa y James en la importancia del trabajo productivo de las amas de casa como central en su potencial revolucionario contradice las afirmaciones de que: 1) con la transición desde el feudalismo, la mujer fue excluida del trabajo productivo por la fuerza, y 2) el feudalismo era menos opresivo para las mujeres que el capitalismo, puesto que en aquél las mujeres eran reconocidas como trabajadoras productivas.
El capitalismo en realidad sentó las bases para la liberación de la mujer, porque: 1) una vez más, abrió el camino a la participación de las mujeres en la producción social, creando oportunidades para el desarrollo de su conciencia social y para la lucha organizada contra la opresión fuera de la estructura unifamiliar aislada; y 2) el ascenso del concepto burgués del individuo libre —contrapuesto a las nociones medievales del linaje, el privilegio aristocrático y la dominación religiosa, que codificaban la creencia de que la mujer era inferior— sentó las bases intelectuales para el reconocimiento de las mujeres como humanos plenos con derechos iguales a los del hombre, un concepto totalmente ajeno a la mentalidad medieval (y aparentemente irrelevante para Dalla Costa).
El capitalismo creó las bases de la emancipación de la mujer mediante el desarrollo de las fuerzas productivas, pero ya hace mucho que ha sobrevivido a su papel histórico progresista y ahora constituye una barrera tanto al mayor desarrollo de las fuerzas productivas como a la emancipación de la mujer. Las mujeres no podrán ser libres mientras no se elimine la escasez, no se abolan las clases y no se remplace la familia. En otras palabras, no podrán ser libres mientras no se establezca la sociedad socialista.
La familia bajo el capitalismo
La perpetuación de la unidad familiar monógama en las sociedades capitalistas avanzadas no se debe a un diabólico complot de los capitalistas para extraer cada vez más ganancias de la clase obrera. Incluso en su forma actual, la familia le cuesta a los capitalistas, en pesos y centavos, más que si sus funciones fueran socializadas. El valor que la familia tiene para la burguesía no radica en la eficiencia con que produce fuerza de trabajo, sino en su utilidad como reserva de pequeña propiedad privada y pequeña producción, que hacen de ella un freno ideológico a la conciencia social. Es por eso —así como para liberar a las mujeres de la esclavitud del trabajo doméstico repetitivo, vacuo y enervante— que una de las tareas de la revolución socialista será remplazar a la familia.
La función económica originaria de la familia monógama fue la transmisión de la propiedad privada por medio de la herencia. Esta función sólo es económicamente útil para las clases propietarias, no para el proletariado, que posee pocas cosas de valor que heredar. Así, está en el interés material de la clase obrera el cumplir con el papel históricamente progresista de socializar las funciones de la familia después de la revolución.
Pero, además de ello, la ideología reaccionaria de la familia nuclear también hace posible organizar a las amas de casa de la clase obrera para fines reaccionarios, puesto que su conciencia tiende a centrarse en la defensa y extensión de cualquier pequeña propiedad que su familia pueda poseer. Así, en Chile, en 1971, la oposición de los demócratas cristianos y del Partido Nacional pudo organizar con éxito grandes manifestaciones de amas de casa (como amas de casa) contra el régimen de Allende. No hay nada en la estructura de la familia que pueda llevarnos a suponer respecto de las amas de casa, como hacen James y Dalla Costa, que “cuando llega la hora de manifestarse, nada las detiene y hacen lo que saben que hay que hacer”, ni tampoco que consideren que lo “que hay que hacer” es contribuir a derrocar al capitalismo, y no a mantenerlo.
La respuesta de Dalla Costa y James a la opresión de las mujeres es que las mujeres deben retirarse completamente de la sociedad capitalista, llevándola así a colapsar. Si trabajan en una fábrica, deben renunciar, pues reclutar mujeres a la fuerza de trabajo es un complot capitalista para impedir la revolución. “El gobierno, actuando en el interés de la clase capitalista...ha creado el desempleo” para que “...nos conformemos con las migajas que el amo deja caer de su mesa”. Esta teoría de la historia como una conspiración diabólica supone que los capitalistas son totalmente libres de hacer lo que les plazca independientemente de las leyes del movimiento de la economía capitalista. Lo cierto, sin embargo, es que en las condiciones de la sociedad imperialista decadente a los capitalistas les es imposible ofrecer pleno empleo, ¡quiéranlo o no!
Y los obreros, lejos de ser simples crédulos, ¡se ven bajo la obligación económica de trabajar! Pero James y Dalla Costa pasan esto por alto. Su concepción de por qué la gente hace las cosas se basa no en el mundo material sino en una concepción idealista de la realidad.
Los sindicatos y la izquierda
Dalla Costa y James también argumentan que, dado que al trabajar se sufre explotación y por lo tanto debe evitarse, las organizaciones que se centran en el lugar de trabajo, es decir, los sindicatos, también son malos. Los sindicatos “dividen” porque toman en cuenta sólo a los asalariados e ignoran al resto del “proletariado” (es decir, a los ancianos, los enfermos, los bebés y las amas de casa). Esto no es más que la vieja práctica de la Nueva Izquierda de identificar al más oprimido con el más revolucionario.
Sin embargo, no fueron los sindicatos quienes crearon las hostilidades entre los distintos sectores sociales —sexuales, raciales, entre empleados y desempleados— que debilitan a la clase obrera. Estas hostilidades son parte integral de la sociedad de clases, son manifestaciones de la ideología burguesa que los sindicatos no crean pero que sí reflejan (en la medida en que siguen sometidos a direcciones conservadoras). Los sindicatos son básicamente organizaciones defensivas de la clase obrera destinados a proteger cualquier conquista económica que hayan podido arrebatar a la clase capitalista. Por lo tanto, los marxistas deben defender a los sindicatos y tratar de extenderle su protección a todos los obreros. Existe una brecha crucial, que James ignora, entre los apetitos de la burocracia sindical actual, que sirve como agente del capital al interior de la clase obrera para mantenerse en el poder, y las bases sindicales, que no tienen trabajos fáciles ni ostentosos planes de pensiones que los protejan, ni la oportunidad de participar en la colaboración de clases con los capitalistas.
Los marxistas nunca hemos dicho que la organización sindical o la “conciencia sindical” sea suficiente por sí misma para hacer una revolución. Si así fuera no haría falta un partido revolucionario de vanguardia. James da una idea falsa a su audiencia cuando escribe:
“Se nos dice que debemos llevar a la mujer lo que llaman ‘conciencia sindical’. Esta frase es de Lenin y procede de un folleto titulado ¿Qué hacer?”.
Esto claramente implica que para Lenin la “conciencia sindical” era “la respuesta”. ¡Pero todo el punto del ¿Qué hacer? es precisamente la necesidad de trascender la mera conciencia sindical! Lenin escribe:
“El movimiento obrero espontáneo sólo puede crear por sí mismo el tradeunionismo (y lo crea de manera inevitable), y la política tradeunionista de la clase obrera no es otra cosa que la política burguesa de la clase obrera”.
—V.I. Lenin, ¿Qué hacer?
Es verdad que algunas organizaciones de izquierda, e incluso supuestos trotskistas, van a la cola de manera oportunista y acrítica de todo burócrata “de izquierda” y se adaptan a los aspectos más atrasados de la conciencia obrera, pero esto es una traición al marxismo, que la Spartacist League ha denunciado consistentemente. La acusación generalizadora de Dalla Costa de que “la izquierda” está “dominada por hombres” es particularmente insultante para las revolucionarias mujeres, pues supone que los hombres dominarán automáticamente cualquier organización, y que, sin importar su nivel de conciencia, las mujeres nunca podrán hablar por sí mismas. Esta acusación también es insultante para los revolucionarios hombres, pues se basa en la incapacidad de trascender una visión machista del mundo y de hacer causa común con las mujeres. Todo se reduce, una vez más, a la sentencia de la Nueva Izquierda de que “sólo los oprimidos pueden entender realmente su propia opresión”.
Conclusiones
Hay mucha confusión en las organizaciones de mujeres respecto a qué conclusiones sacar de las obras de Dalla Costa y James. Esto se debe a que su retórica de “lucha de clases” oscurece en parte el odio real que le tienen a esa lucha y la hostilidad que sienten por el proletariado. En realidad, Dalla Costa y James no tienen programa alguno para la liberación de la mujer. Su “programa” no es más que el rechazo: las mujeres deben rechazar el trabajo, deben rechazar a la izquierda, deben rechazar el hogar, deben rechazar a sus maridos, etc. ¿Y cuál es el sustituto que proponen? Sólo la deliberadamente vaga “lucha misma”. ¿Luchar por qué? Pompei responde: “Lo que queremos no es ser más productivas, no es ir a que nos exploten mejor en otro lado, sino trabajar menos y tener más oportunidades de experiencias sociales y políticas”. Ciertamente es un deseo legítimo, y uno que comparten todos los oprimidos y explotados. Pero soñar que esto se puede conseguir sin aplastar la sociedad de clases capitalista es puro utopismo. Sin entender cómo opera el capitalismo y cómo puede ser derrocado, todas las demandas programáticas concretas se vuelven meras reformas cosméticas, cuyo efecto es reforzar al sistema, en vez de derrocarlo.
En el corazón de las tesis de Dalla Costa y James yace la creencia de que las mujeres pueden retirarse de la sociedad capitalista y encontrar un camino propio y exclusivo a la salvación fuera de las relaciones capitalistas. ¿Y por qué hacer encajar a las amas de casa en el sistema económico capitalista si su fuerza yace al margen de éste? Ésa es la más flagrante de todas sus contradicciones.
La razón por la que Dalla Costa y James intentan hacer encajar a las amas de casa en el molde de los “trabajadores productivos” de Marx es simplemente que no pueden enfrentar de ningún otro modo el desafío que el marxismo representa para su visión feminista del mundo. Esta delgada capa de “marxismo” no es más que una cubierta para la vieja ideología de la Nueva Izquierda de que todo el que trabaja ya se vendió, ignorando totalmente la férrea necesidad, que enfrenta la mayor parte del mundo, de trabajar o morirse de hambre. Es un reflejo de la visión del mundo de los pocos privilegiados, los “radicales” pequeñoburgueses que han glorificado el primitivismo al grado de saludar a los hambrientos y enfermos campesinos de subsistencia del “Tercer Mundo” como la nueva fuerza revolucionaria. Y mientras estos radicales de sofá refinan sus teorías en la comodidad del aire acondicionado, los campesinos a los que idealizan son masacrados debido al primitivismo de sus recursos. Aunque está bien que James trate de “superar esta culpa de vivir en un departamento alfombrado”, no es un problema que tenga la mayoría de las mujeres (ni de los hombres), que tienen que luchar para comer, para ganarse la vida de algún modo, y para hallar la manera de superar la muy real opresión material que sufren, una opresión creada por una sociedad de la que no pueden escapar. James les dice a estas mujeres que dejen de trabajar, que rechacen los salarios de sus esposos y que vivan de...¿de qué? ¿Del aire? ¿O las va a invitar a todas a dormir en su departamento alfombrado? ¿A eso se refiere cuando dice que “el movimiento les dará sustento”? Para lo único que sirven las teorías de Dalla Costa y James es para jugar a la revolución sin ninguna intención real de buscar activamente aplastar al capitalismo. Como dijo Marx, “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. De lo que se trata no es de darle la espalda al capitalismo ni de crear en su interior una alternativa para los bohemios pequeñoburgueses, sino de aplastarlo para siempre y comenzar la construcción de una sociedad socialista.
http://www.icl-fi.org/espanol/eo/46/james.html
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Soñar que tienes un hijo: ¿qué significa? Sin embargo, este tipo de sueño, así como soñar con el bebé que está formándose, no siempre significa lo que parece más evidente. Te lo explicamos en detalle. Soñar que tienes un hijo encuentra su interpretación en el sentido de la responsabilidad. Es la forma que tiene tu subconsciente para decirte que estás lista, que has madurado y que ahora puedes aceptar más responsabilidades en tu vida. Pero generalmente es un sueño que habla de trabajo o de tu vida sentimental asegurándote que estás preparada para un compromiso en serio. En muchas ocasiones el sueño en el que tienes un hijo se produce Por lo general, el significado de soñar con muerte de un hijo es símbolo de buen augurio. Soñar con muerte de hijo significa nueva relación amorosa; Si has soñado con muerte de hijo estás de suerte. Puede que vayas a empezar una relación o que vayas a tener éxito social, es decir, serás una persona querida por muchas personas. Soñar con muerte de hijo significa más responsabilidades en el trabajo Soñar con un recién nacido significa que una nueva parte de ti está naciendo y el inconsciente te invita a tomar nota de ello. Sin embargo, soñar con un bebé puede tener muchos significados, dependiendo de la acción y el contexto del sueño: • Si el bebé está vivo, significa que Soñar que tienes un hijo ahogado: es una señal de peligro, por lo que es probable que tu hijo comience a tener problemas en su entorno de vida y deba defenderse de los ataques por su cuenta. Soñar que tiene un hijo llorando: es posible que esto sea una señal de que tu hijo se siente mal o tiene alguna enfermedad que lo incomoda mucho. Soñar que tienes un hijo jugando: esto se puede relacionar con la personalidad de tu hijo, probablemente sea muy divertido y feliz que siempre se la lleve ... Aunque los hijos siempre serán motivo de angustia y temores, el soñar con hijos cuando no se tienen significa la llegada de nuevos planes, de nuevas y favorecedoras propuestas. Algunos interpretan este sueño como el deseo de volver a la infancia y de alejarse de las responsabilidades que como adultos se asumen. • Soñar que tus hijos mueren. Este es un sueño muy usual y una pesadilla que puede acosar la mente de las madres más jóvenes, pero esta experiencia se relaciona a tus propios temores y es solo una expresión del miedo que tienes a que tu hijo o hija se pierda, muera en un accidente o sea una persona equivocada en su vida futura. Soñar con que tienes un hijo , sale estar acompañado de alguna responsabilidad que debes asumir en tu vida, al igual que llego la hora de madurar algún aspecto, ya que el ser padre de un niño tiene un gran significado sobre todo en el crecimiento personal porque pasas de ser un joven adulto sin responsabilidades a un adulto con responsabilidades. Soñar con Querer tener un hijo significado e interpretación: Soñar con querer tener un hijo significa que finalmente estamos en condiciones de tomar importantes decisiones que cambiarán radicalmente...

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